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CHICKEN BUS

02 Oct

En posts anteriores he comentado ocasionalmente que para moverme por Guatemala utilizo entre otros el transporte más popular del país, los llamados Chicken Bus. Popular porque es el utilizado principalmente por los guatemaltecos; chicken porque van cargados hasta las ventanas de todo tipo de enseres, desde fardos de ropa, comida, instrumentos musicales y sí, pollos, sueltos o en su jaula.

El chicken bus es el autobús público estadounidense, jubilado en su país de origen, y adquirido de segunda mano por empresas de servicios regulares de Guatemala. El típico School Bus (autobús de escuela) amarillo que podéis ver en las películas de EEUU. Eso sí, con espectaculares tuneados en el exterior, y un más que probable trucado del motor, porque dudo mucho que estos vehículos hayan circulado antes a las velocidades que llevan aquí, y por las empinadas carreteras de montañas y volcanes con las que tienen que lidiar ahora.

Todas las ciudades tienen una terminal de autobuses, o varias, desde donde salen a todos los destinos más o menos cercanos, siendo necesario la mayoría de las veces hacer trasbordos cuando se pretende ir a algún sitio más lejano. La terminal normalmente no va más allá de una mera explanada donde se apiñan los autobuses según van llegando, en los sitios de los que se van marchando. Por supuesto las palabras dársena o andén pertenecen al género literario de la ciencia ficción.

Los autobuses permanecen parados en medio de un hormiguero de nativos, foráneos, y los propios conductores, que a viva voz informan del destino de su autobús a la espera de que se vaya llenando para salir. Si cuando llegas a la terminal no escuchas el nombre de tu destino, no tienes más que gritarlo tú. No has terminado de nombrarlo y ya tienes a varios conductores diciéndote cuál es tu autobús. Nunca descubrí si tienen una hora de salida (me extrañaría), pero es cierto que a veces salen en cuanto se completan y otras no esperan, ya se irán llenando por el camino.

El autobús va tripulado por dos ingenieros de la navegación. El conductor, que hizo un master de kamikaze en alguna reputada escuela de negocios, y el ayudante-cobrador-reclamo-mozo de carga. Y ambos son un auténtico espectáculo cuando el autobús se pone en marcha.

Cuando tienes localizado tu autobús, y te aseguras del precio (es fijo, no se regatea), le das tu mochila al ayudante, que la sube a la baca del vehículo por una escalera de mano que hay en la parte exterior trasera del vehículo. Allí, tu mochila tendrá una perfecta vista panorámica de los paisajes volcánicos, en compañía de otras mochilas (pocas) fardos, cajas de cartón atadas con cuerdas, hierros, maderas, frutas, garrafas, etc. Empiezas a preocuparte por tu mochila.

Si tienes suerte, y llegas pronto, puedes ubicarte en alguno de los asientos para dos pasajeros de que dispone el autobús. Dichos asientos deben haber sido recolocados reduciendo la distancia entre ellos para que quepan más. Así, yo que no soy precisamente alto en Europa, pero sí bastante más que los mayas, tengo verdaderos problemas para alojar mis piernas en el escaso hueco que hay hasta el respaldo del asiento delantero. Por si esto era poco, el autobús se va llenando poco a poco, y tú vas entrando en pánico cuando ves que los guatemaltecos dan por normal sentarse tres, cuatro y hasta cinco personas en un asiento para dos (para dos pequeños). Poco después tú también serás una anchoa en lata.

El autobús arranca, deja la terminal y la película de, primero casas y calles, y luego campos, veredas o montañas, va transcurriendo por tu ventanilla. La velocidad y el rugido del motor van aumentando hasta límites de película de terror, y las curvas balancean la carrocería y a todo lo que se encuentra en su interior.

Dentro del vehículo, el otro espectáculo: el cobrador, que viaja de pie junto a la puerta delantera de pasajeros, se agarra a la barra pasamanos de la misma, y como si fuera un trapecista, saca todo su cuerpo fuera del vehículo para gritar a todo el que le pueda oír desde la calle o el campo el destino al que nos dirigimos. El conductor, más atento a los viandantes que a la carretera, hace una brutal demostración de cómo se frena un autobús cada vez que un peatón levanta la mano.

Cuando el autobús se para, el viajero entrega su equipaje al cobrador, que ya está en el suelo, y se monta rápidamente, pues el tiempo que el autobús está detenido tendría que medirse con cronómetros de alta precisión. El vehículo arranca como digo, sin preocuparse del cobrador, que está fuera cargado con el equipaje del último viajero que ha subido. No hay problema. En marcha ya, esperará que todo el cuerpo del bus le adelante para en el último momento agarrarse a esa escalera de mano de la trasera del autobús y subir a la baca, atar el bulto y bajar de nuevo, esta vez por otra escalera que hay junto a la puerta delantera, volviendo a entrar en el vehículo. TODO ELLO EN MARCHA, a toda velocidad, y en una carretera con más curvas que Beyoncé.

Esto no es una excepción. Lo he visto hacer en varios autobuses. Al principio me quedaba pillado, porque no veía al cobrador; bueno, luego me quedaba más pillado todavía cuando lo veía bajar en marcha y meterse por la puerta, como en las películas de acción.

Otra cosa que me llamó la atención de los cobradores, es su control de los pasajeros, los bultos, y sobre todo el cobro. Cuando el autobús atraviesa una zona de poco tránsito peatonal, este personaje se dedica a la principal tarea de su trabajo, la guita. Se va recorriendo todos los asientos de principio a fin, cobrándole a cada uno en función de dónde se van a bajar. A veces, si no tiene cambios, te coge tu billete y continúa sin dártelos, y sin decirte nada. La gente ya lo sabe pero a mí me pilló de sorpresa, y se lo dije, ante lo cual me contestó con un asentimiento de cabeza y la posterior indiferencia. Aún le tuve que reclamar varios minutos después, con el mismo resultado, hasta que cuando supongo que consiguió cambios, me los dio. Me fijé en esto, y lo hace a menudo y con bastante gente, y no suelen equivocarse.

La música que va desde el reaggeton más casposo hasta los boleros empalagosos de Luis Miguel debe ir bien alta, supongo que por lo mismo que antiguamente en el cine mudo había piano para enmascarar el intenso ruido del proyector. Igualmente alto debe ir el aire acondicionado, si no, no parecería que lo tienen, deben pensar estos conductores.

El conductor va lo suyo. No sólo es que corran desafiando las leyes de la física (inercia, gravedad, fuerza centrífuga…) es que además son los putos amos de la carretera. Las líneas continuas sólo sirven para gastar pintura. Los adelantamientos es algo que se puede hacer sin tener para nada en cuenta la visibilidad. Y la invasión del carril contrario supone SIEMPRE que si viene alguien de frente tendrá que frenar o apartarse. Bueno, no tengo claro lo de ese SIEMPRE, habría que ver qué pasa si de frente viene otro chicken bus.

A veces, en alguna localidad intermedia donde puede haber un tránsito algo mayor de viajeros que bajan y otros que suben, aprovechan para hacer negocio los vendedores ambulantes de fruta, tacos, bebidas, y hasta pequeños juguetes y abalorios, que suben al vehículo con sus mercancías, ofreciéndolas también a pleno pulmón.

Una cosa muy curiosa de los chicken bus y de todos los vehículos en Guatemala es la indicación de los intermitentes para facilitar el adelantamiento. Aquí se utiliza para este fin el intermitente izquierdo (al contrario que en Europa), siendo el derecho el utilizado para avisar de que es mejor no adelantar en ese momento. Esto supone que muy a menudo un conductor puede entender que el vehículo de delante está facilitando el adelantamiento, cuando en realidad lo que está haciendo es empezar a adelantar a otro vehículo que tuviera él delante.

Al final, cuando ya has asumido que por estas cosas merece la pena tener hecho el testamento y un buen seguro de viaje, resulta que, sin saber cómo, acabas por llegar a tu destino. Si tienes suerte, el cobrador puede pensar que eres otro guiri (a todos nos llaman gringos) idiota y que no te enteras, y te avisa con tiempo suficiente para que te abras paso entre el enjambre de seres humanos que a esas alturas de viaje pueblan el pasillo y cada resquicio del autobús. Cuando consigues llegar a la puerta y bajar, allí te está esperando el colega con tu mochila intacta, y sí, es la tuya, no un fardo con pienso para los cerdos.

 
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Publicado por en octubre 2, 2010 en Uncategorized

 

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